domingo, 17 de mayo de 2015

Carta a Dulcinea, por Jota Garno



Querida Dulcinea:

Donde se encuentra cada vez que está perdido, solamente en tus ojos; donde se pierde cuando te ha encontrado, tu cuerpo. ¿Cómo no pretender que un caballero sin corazón te ame? Si tu belleza hace renacer de las cenizas a este instrumento inservible, de un solo uso, que solamente le servirá una vez, para amar a su verdadero amor... Porque no existe más bella mujer que la que recibe esta humilde carta, que intenta ser romántica y a la vez enamorarte y conseguir, de manera ineficaz,  que estemos juntos hasta tiempos que ni siquiera nuestros biznietos comprendan.

Porque el corazón de mi pecho quiere irse y no volver, olvidar los desdenes que tu indiferencia provoca, y me mandas, y me hace sufrir de una manera inhumana y a la vez dolorosa, incomprensible y a la vez hermosa.

Porque nadie resuelve el enorme misterio de cómo llegó la bellísima Dulcinea a tales puntos de belleza, incomparable con millones de flores, moviéndose en direcciones opuestas, para enamorar los ojos de los visitantes que se acerquen a olerlas, pero tú, tú eres superior a todo eso, mi amada Dulcinea, porque aparenta que mil escultores griegos hubiesen dedicado su vida a esculpir tu silueta; porque, gracias a ti, el mundo descubrió que la perfección existe, y no es un hombre.

Estoy deseoso, Dulcinea, deseoso de verte una vez más y poder juntar nuestros labios en un solo sentimiento y acción, llamado beso. Así, la distancia que nos separa ahora mismo, simplemente  sirve para acumular ganas y amor, para expresarlo todo en el momento oportuno. Que después de todos los caminos que he recorrido, a todos los contrincantes que me he enfrentado, verte junto a  mí, valdrá la pena.

Espero que nos veamos pronto,

José Joaquín

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